¿cuántas veces, al llegar de trabajar, has abierto la nevera y has encontrado una bolsa de lechuga y una zanahoria en mal estado?, el hambre y el cansancio aprietan, entonces ¿qué haces? ¿caes en la tentación de pedir comida a domicilio? Chino, mejicano, pizza o italiano a golpe de click en 30 minutos en tu casa, sin mover un dedo mientras te espachurras en el sofá viendo Netflix.
Esta situación se relata cientos de veces en mi consulta porque lo hemos normalizado. Creemos que es lo habitual. Comer un sándwich o una ensalada pobre en la oficina para currar más horas o para poder llegar a recoger a nuestros niños, llegar a casa abrir una cerveza y coger un trozo de queso para desconectar, cenar sobras de pollo rebozado de los peques o pedir un shawarma para no cocinar por que es priorizamos el sofá y Juego de tronos. Por no hablar del remate final: el chocolate o el vaso de leche con cereales (que si quiera lo considero desayuno).
Quiero recalcarte que la alimentación es una de las responsabilidades más importantes que tenemos los seres humanos. A través de ella podemos sentirnos con mucha más energía y vitalidad que se traduce en salud. Muchas veces el “click” llega con un susto o por rechazar la imagen que vemos en el espejo. Sin embargo la mayoría de ocasiones dejamos que nuestro cuerpo se deteriore y por el camino vamos aceptando las enfermedades (que sí son reversibles o frenables con la alimentación), el aumento de peso progresivo, aunque influya en nuestra forma física, impida realizar alguna actividades cuotidianas, generen dolor en nuestras articulaciones… todo eso se acepta en muchas ocasiones, con resignación, hasta que un día, o no, despertamos y lo vemos todo encima.
¿por qué no corregir ahora los posibles errores? ¿por qué no evolucionar y crecer en este aspecto?
He visto tantos casos en la consulta… personas que no saben como un día llegaron a estar obesas y en lista de espera hacia una cirugía que les recomponga y yo ayudo a entender que el poder es suyo, porque nosotros, los humanos PODEMOS CAMBIAR SI QUEREMOS.
Por ello es necesario que vayamos cambiando hábitos poco a poco, informarnos sobre lo que comemos y aprender a como mejorarlo. Puedes cambiar hábitos sin regímenes ni fórmulas mágicas a base de proteínas, zumos o ayunos, solo despertando y aprendiendo.